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Jueves 26 de diciembre- Tiempo para explorar la ciudad

Hoy ha sido uno de esos días que parecen sacados directamente de un sueño. Las pistas parecían tan atractivas como siempre, y los niños ansiosos por esquiar no veían la hora de ponerse en marcha. Se pusieron el equipo, con las caras brillantes de emoción, y se dispusieron a pasar el día esculpiendo la nieve polvo fresca. Hoy se han visto movimientos impresionantes: los niños se han deslizado sin esfuerzo por las pistas, y algunos incluso se han enfrentado a nuevos retos.
Para otros, la aventura les llevó lejos de las pistas. Subieron a un autobús con destino a la ciudad de Berna, dispuestos a pasar un día de descubrimientos. Les esperaba el Museo de la Comunicación, lleno de fascinantes exposiciones sobre cómo se conecta la gente. Los antiguos teléfonos, las primeras radios e incluso los primeros ordenadores captaron su atención. Casi podía oír su parloteo mientras recorrían el museo, haciendo preguntas y descubrimientos. Pasaron el resto del día en Berna, paseando por sus encantadoras calles, encontrando pequeños tesoros en las tiendas y empapándose de la belleza de la ciudad.
De vuelta al campamento, tras las aventuras del día, todos se reunieron en el polideportivo. La energía era contagiosa mientras los niños se lanzaban a los juegos, e incluso simplemente a correr para divertirse. Podía sentir su alegría en el aire mientras reían, competían y celebraban sus victorias, grandes y pequeñas. Es increíble cómo algo tan sencillo como un juego puede aportar tanta felicidad.
Luego, por supuesto, llegó lo mejor de la noche: la cena. La cocina sirvió una fondue suiza caliente y abundante, y los niños se pusieron a mojar pan en el queso pegajoso. Hubo algunas discusiones juguetonas por el último trozo de pan, pero eso forma parte de la diversión, ¿no? Fue una comida acogedora y satisfactoria, perfecta después de un día tan emocionante.
Pero la noche no acabó ahí. La discoteca estaba esperando, y los chicos no veían la hora de lanzarse a la pista de baile. Las luces parpadeaban, la música retumbaba y la sala se llenaba de risas y movimiento. Fue una noche de diversión en la que bailaron como si nadie los estuviera viendo, soltándose y celebrando otro día increíble. Tenía la sensación de que se hablaría de los recuerdos de esta noche durante mucho tiempo.
Mientras sonaba la última canción y los niños regresaban a sus cabañas, cansados pero llenos de alegría, los observé con una sonrisa. Ya han vivido tantas cosas, pero sé que aún les queda mucho por vivir. Mañana vendrán nuevas aventuras, y estoy impaciente por ver qué harán después. Pero por ahora, descansaré en la tranquilidad del campamento, sintiéndome agradecida por formar parte de este lugar mágico.
Hasta mañana, Talía la elfa